
El más inmediato es Mourinho, un entrenador que desde que llegó al club ha envilecido cuanto ha tocado, alentando actitudes chulescas en sus jugadores e insultado gravemente a los árbitros.
El segundo, de forma inevitable, es el presidente del club, Florentino Pérez, por defender los desplantes más infames del entrenador. Él representa a los socios del Real Madrid y es el depositario de la sensatez y cortesía de la institución. Tendría que explicar públicamente el vergonzoso y reiterado comportamiento de algunos de sus empleados. Por otra parte, la escalada de violencia mourinhista no debería pasar inadvertida a las autoridades deportivas y políticas. Constituye un germen de crispación allá donde se presenta el club que honraron Di Stéfano o Velázquez y que ahora vilipendian el entrenador luso y su guardia de corps dentro y fuera del campo.
Actitudes rufianescas como las de Villarreal llevan aparejado el riesgo de que se produzca un incidente grave, con daños personales, en cualquier campo. Pues bien, Mourinho, su ayudante Rui Faria y Pepe han sido castigados por el Comité de Competición con sanciones ridículas. Es probable que el Real Madrid gane la Liga; pero, para cualquier aficionado de bien, ha perdido algo más valioso.
Fuente: El País.
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